Estewil, periodista de EL TIEMPO, relata anécdotas de confusiones por su parecido con el exboxeador.
Tenemos en exclusiva para RCN a Mario Miranda! ¿Mario, cómo va tu preparación para esa gran pelea en Cartagena contra Julito Llerena?
Campo Elías Terán Dix, el narrador deportivo de RCN Radio en Cartagena y futuro alcalde de esa ciudad, me tomó de sorpresa, poniéndome el micrófono en el comienzo de la noche del primero de febrero de 1984, a la entrada del terreno de juego del estadio de béisbol Tomás Arrieta de Barranquilla.
–Buenas noches, Campo, cordial saludo a la afición de Cartagena –le respondí, pensando que me estaba ‘mamando gallo’ con el micrófono apagado–. Estoy bien preparado y desde ya quiero invitar a los amantes del boxeo a ese combate del próximo 18 de febrero en la Plaza de Toros de la capital de Bolívar…
Como había movimiento de público y prensa, con el estadio repleto para ver esa noche coronar como campeón de la temporada profesional 1983-84 a Águilas de Barranquilla sobre Torices de Cartagena, con el recordado hit con bases llenas producto de dos carreras de Lorenzo Bundy para el 9-8 final, Campo Elías me llevó a un costado del terreno y prolongó la entrevista.
Por cerca de unos 12 minutos respondí sus interrogantes, él repetía ‘¡estamos hablando en exclusiva para RCN a Mario Miranda’ y hasta sacó al aire a oyentes para que me preguntaran lo que quisieran de la pelea y me puso los audífonos –allí me di cuenta que tenía el micrófono abierto–. Yo no podía creer que mi amigo se había confundido conmigo.
El día de la pelea le comenté su equivocación.
–Yo me percaté cuando iban unos 10 minutos y por eso terminé la entrevista –me confesó, soltando su habitual carcajada, esta vez nerviosa.
–No te creo –le dije–. Siempre pensaste que era yo Mario Miranda…
El propio era ‘mi hermano’
La confusión de Campo Elías es sola una de tantas y tantas ocurridas en Barranquilla, Colombia y el exterior durante los últimos 44 años por el parecido físico del ídolo del boxeo colombiano de la década del 80 con este reportero, que es más usual que cualquier otra por cubrir boxeo.
Y digo que son 44 años porque la primera vez que sucedió fue la noche del viernes 27 de julio de 1979, recuperado de una trasnochada, festejando mi cumpleaños con un grupo de compañeros de curso de último año de bachillerato del colegio José Eusebio Caro, que se quedó a dormir en mi casa.
Ese viernes, en el coliseo cubierto Humberto Perea, Mario Miranda hacía su tercera pelea profesional contra José Salazar. Con unos vecinos, todos señores, entre ellos Guillermo Echenique y Arturo Román, entramos por la puerta de la gradería norte. Yo era el penúltimo en la fila.
–¿Qué haces entrando por aquí, ‘Coquito’? –me dijo el portero–. Debes entrar por abajo para ir al camerino y no necesitas la boleta.
Aún no sé si el último en la fila del grupo, mi futuro compadre Gustavo Guillot, sabía que a Mario Miranda le decían ‘Coquito’ por su casa. Él le quitó las boletas al portero, dijo que regresaba, las vendió y luego entró sin pagar… “¡Eres igualito a ese pelao boxeador!”, me dijo, cuando se sentó a un costado. Yo no me había dado cuenta…
Meses más tarde, en enero de 1980, entré al periodismo, cubriendo boxeo en el diario El Heraldo. Eran tiempos en que Mario Miranda llenaba el Humberto Perea y la Plaza de Toros de Cartagena, y hasta los jugadores del Junior buscaban tomarse fotos con él. Y llegaron las confusiones a diario hasta ahora, la última en estos días de finales de abril…
Recuerdo una tarde del primer semestre de 1982, que él y su entrenador Carlos Cantillo llegaron a mi casa para buscar el récord oficial suyo. Se había anunciado que como retador número uno del peso pluma enfrentaría al mexicano Salvador Sánchez, campeón del Consejo Mundial de Boxeo.
Me fui con ellos en el vehículo, manejado por el boxeador y en el que Cantillo iba en el puesto de copiloto. Me senté atrás, en el mismo lado de Cantillo. Dejamos el récord en el edificio Velasco, en el Centro, donde estaba la oficina de Eduardo Jiménez, su manejador administrativo, y al llegar al Paseo Bolívar, detrás de la Iglesia San Nicolás, el carro se detuvo por un semáforo en rojo. Al lado nuestro quedó un hombre en moto, que me miró.
–Profe –le dijo a Cantillo–, el pelao es bueno (y me señaló con la mano izquierda), pero Sánchez es un ‘monstruo’. Está todavía biche. Hay que esperar…
Cantillo no respondió nada. Yo me mantuve callado, aguantando la risa. Entonces el motociclista se agachó para ver quién manejaba y, mirándome, exclamó:
–¡Mario, ese man que va manejando es igualito a ti! ¡Seguro que es tu hermano!
Abrazos de los rivales
El 23 de agosto de 1986, luego de la defensa de ‘Happy’ Lora ante el dominicano Enrique Sánchez, en Miami, un amigo cartagenero que conocí ese día, Freddy Aycardi, me invitó a ir a la discoteca International. Al llegar, el portero me vio y dijo: “el cover de 20 dólares por cada uno no lo pagan, Mario”.
Le respondí: “yo no soy Mario Miranda”. Soltó la risa y me empujó suave hacia adentro, al tiempo que le dio un bono de 100 dólares a Aycardi para consumir una botella de Aguardiente Cristial, que tenía ese valor.
Adentro no seguí su recomendación de ir a la derecha al fondo, pese a la insistencia de Aycardi. Allá, según la indicación del portero, estaba el cubano Luis de Cubas, apoderado de Mario Miranda, radicado entonces en Miami. “Ese me conoce y no se va a equivocar”, le conté a mi nuevo amigo…
Una vez, en Cartagena, saliendo de un hotel de Bocagrande a boxeo, me encontré con mi compañero de EL TIEMPO, el reportero gráfico Carlos Capella, y su esposa Josefa Márquez. A ella se le antojó ir a boxeo, pero no tenía boleta. “Yo allá me las arreglo para entrar”, manifestó.
Al llegar a la Plaza de Toros me pidió que me pusiera detrás de ella en la fila de entrada. Al llegar a la puerta habló:
–Yo soy la esposa de Mario Miranda.
Entró, con todos los honores, y a este reportero no le pidieron la credencial de prensa…
Rivales de Mario MIranda como el panameño Jorge ‘Mocho’ Luján y el puertorriqueño Juan Laporte me abrazaron de manera efusiva en Ciudad de Panamá y San Juan, en 1987 y 1989, respectivamente, cuando fui a cubrimientos mundiales de boxeo…
Un borracho, ‘carboneado’ por el reportero gráfico Jairo ’Gancho’ Buitrago, intentó pegarme el domingo 15 de mayo de 1983 (cumpleaños de Miranda), al día siguiente de la derrota del colombiano frente a Luján, en Panamá, “porque no servía pa’ un carajo”…
En enero de 1986, de vacaciones en Barracabermeja, en un estadero (el sitio fue sede de la Liga de Béisbol de Santander) de un amigo de mi papá, ‘Toño’ Ojeda, llegaron dos personas a tomarse sus cervezas. Uno era conocido mío, del barrio en Barranquilla. Desde que llegó le comentó a su compañero que yo era Mario Miranda. Y así se la pasó toda la noche. “¿Qué hará por aquí?”, se preguntaba. Como a las dos horas me levanté y le dije: “¡Yo no soy Mario Miranda!”.
Hasta firma de autógrafo
El martes 17 de agosto de 1982, cinco días después de la trágica muerte del campeón Salvador Sánchez, publiqué la primicia de la pelea mundial de Miranda contra Laporte. Y cuadré ir el sábado 21 de agosto a su apartamento para acompañarlo al trabajo de playa en Salgar (Atlántico), nota que ofrecí a El Heraldo Deportivo.
El día acordado, poco antes de las 6 de la mañana, no le indiqué al taxista que cruzara a la izquierda por la carrera 42 C y siguió de largo unos metros por la calle 84. Le dije al conductor que me dejara por la calle, que yo me iba caminando al edificio El Manglar, donde vivía el boxeador. Mi cabello, todo rebelde, quedó desordenado con la brisa al bajarme del vehículo.
El lunes siguiente, un señor que dijo ser vecino de Mario Miranda salió al aire en el escuchado programa radial de Fabio Poveda Márquez, calificando de irresponsable al boxeador: que lo había visto llegar poco antes de las seis de la mañana del sábado, todo despelucado y amanecido.
De inmediato llamé al programa de Fabio, coordinador de El Heraldo Deportivo, y aclaré que era yo. Que él sabía del trabajo y que yo sabía cuál era el señor, porque lo vi regando el jardín y me miró asombrado…
Pero la mejor es esta del cierre. El sábado 11 de diciembre de 1981, tras cubrir el nocaut que el barranquillero (campeón de América) le propinó al minuto y 49 segundos del primer asalto al argentino Juan Domingo Malvárez (campeón sudamericano), salí de El Heraldo a un estadero cercano al coliseo, caminando porque todo es cerca. También llegó Roberto ‘Bobby’ Galán, que estaba redactando para el diario La Libertad, ubicado a menos de 100 metros del negocio.
Allí en el negocio me estaba esperando, tras ver la pelea, un tío mío, José Agustín Quesada. Cuando llegué, unos cachacos se levantaron de la mesa y me saludaron: “¡Hola, Mario Miranda!”. Respondí: “¡Yo no soy Mario Miranda!”. No pararon bolas, dijeron que vieron la pelea y que no le iban a decir a nadie que yo estaba tomando cerveza Clausen, la primera en lata que salió en el país.
Cada 10 minutos llegaban tres cervezas por cortesía de los cachacos y de un profesor de una universidad cercana, que se sentía agradado por el ‘ilustre visitante’’. Hasta picadas de pollo recibimos…
Como a las tres horas, ya en la madrugada, uno de ellos me llamó y dijo ser el gerente de una reconocida empresa de transporte, con oficina cercana. Tenía dudas de que yo fuera Mario Miranda. Y me soltó una prueba para verificar:
–Esta mañana cuando usted salió del pesaje, en Parrilladas Los Charrúas (restaurante a una cuadra del estadero y de propiedad del locutor Édgar Perea), yo le di el pase para que cruzara la calle. ¿Cómo estaba usted vestido?
–Con una sudadera verde, con vivos blancos –respondí, con seguridad–. Al frente decía: Hilario Zapata y atrás, en la espalda, Orient (la marca de reloj), Panamá.
Yo había estado en el pesaje, me había gustado la sudadera de Mario Miranda, que era la que lucía el campeón mundial Hilario Zapata (panameño, que seis años más tarde perdería el título en Barranquilla ante Fidel Bassa). Además, vi cuando un carro particular frenó por la carrera 53 y dio el paso a Mario Miranda…
–Mi campeón –expresó el gerente–-: firme un autógrafo que este fin de año lo voy a mostrar con orgullo en mis vacaciones en Bogotá. No tengo dudas: ¡usted sí es Mario Miranda!*Estewil Quesada Fernández presenta esta su última crónica como empleado de EL TIEMPO, luego de 36 años y medio en esta casa. Renuncia para entrar a gozar de su pensión desde el 1 de mayo.
Fuente: Diario El Tiempo
Autor: Estewil Quesada
URL: https://www.eltiempo.com/colombia/barranquilla/barranquilla-boxeador-mario-miranda-confundido-con-estewil-quesada-763875?s=08