Foto: Luis Castro (primero fila de abajo derecha a izquierda) se convirtió en el primer jugador latino en jugar en Grandes Ligas.
Luis Castro, el hombre, el mito. Su historia parece una quimera que ha ido creciendo con los años, un cuento fantasioso en el que fue conocido como sobrino de Cipriano Castro, expresidente de Venezuela (1899-1908), por lo que fue apodado ‘El presidente’; en el que afirmó, en su solicitud de pasaporte, en 1922 ser oriundo de New Jersey, Estados Unidos. Lo cierto fue que nació miles de kilómetros más hacia el sur, más exactamente en Medellín, Colombia, en 1876 y se convirtió, en 1902, en el primer jugador latinoamericano en jugar en Grandes Ligas, en la era moderna.
Los primeros años de la vida de Luis Castro son un misterio, poco y nada se ha podido conocer sobre su infancia, más allá de la fecha de su nacimiento en noviembre de 1876. Su padre, con quien llegó a Estados Unidos, en 1885, Néstor Castro Martínez fue un político conservador y banquero, representante de varias compañías americanas en Antioquia, quien terminó adquiriendo un gran poder dentro del sector bancario de la última parte del siglo XIX. De su madre, María Inés Vásquez no se sabe más allá del año de su defunción, en 1878.
Con ocho años, emprendió su viaje a Norteamérica, en medio de la guerra civil que vivía Estados Unidos de Colombia, como era conocido el país, debido a una rebelión del liberalismo radical contra el segundo gobierno de Rafael Núñez. Este conflicto significó el final del sistema federalista, la promulgación de la Constitución de 1886 y el cambio de nombre del país, por quinta vez en 67 años.
En un artículo que se publicó en el periódico Philadelphia Reporter, Luis Castro habló sobre las dificultades que su padre tuvo que vivir por esa época. “Mientras dirigía un banco en Colombia en una de las rebeliones, el gobierno, incapaz de sufragar los gastos de la guerra, se abalanzó sobre mi padre (y los banqueros) con la exigencia de que entregara todo su dinero en efectivo al tesoro nacional. Negarse a esas peticiones provocaba incendios de origen “misterioso” que terminaron destruyendo sus bienes inmuebles. Además, sufrió amenazas constantes ya que le repitieron en distintas ocasiones, que podía considerarse afortunado “si un disparo en una carretera, alguna noche cualquiera, no acababa con su carrera””, recordó.
Después de tanta incertidumbre, el 14 de octubre de 1885, junto con su padre llegaron al puerto de Nueva York, provenientes de la ciudad de Colón (Panamá), en el barco llamado SS Colón. Y fue en esa ciudad, en la que Luis Castro se instaló y terminó de vivir su infancia. Fue una época en la que la ciudad recibía con los brazos abiertos inmigrantes europeos, especialmente italianos, alemanes, irlandeses y polacos.
Su comienzo en el béisbol
En 1890, con 13 años, comenzó a estudiar en el Manhattan College, patrocinado por Coombs, Crosby & Eddy, una de las empresas comerciales que representaba su papá en Colombia, que, también, era una de las más destacadas de Estados Unidos, con negocios en América del Sur. Desde ese año se pierde el rastro de la figura paterna en su vida, puesto que, según los documentos del colegio, Castro vivió en el campus durante los 10 años de estudio.
Fue una época en la que conoció los matices del béisbol, sus olores, sus sentires. Captó su interés, se convirtió en su compañía y complemento. Fue un deporte que fue todo para él y comenzó a tener un proceso interesante, que en 1895 lo llevó a hacer parte de la novena titular del colegio, en la cual se afianzó hasta 1900. Su inicio, como jugador, se dio en el cuadro interior: actuó como segunda base y campocorto. Posteriormente, estuvo en los jardines y terminó convirtiéndose en uno de los lanzadores fundamentales del equipo.
A finales de la década de 1890 jugó pelota con equipos semiprofesionales en el área de Nueva York y Nueva Jersey, también hizo parte de la Liga de Béisbol del estado de Nueva York, en la que firmó como lanzador con Utica. Posteriormente, hizo parte de la novena de Cooperstown, en la Liga Mohawk Valley, en la que tuvo la posibilidad de estar como segunda base, campocorto y en los jardines. Así mismo, pasó por North Adams, Massachusetts, Atlantic City, North Attleboro y Paterson antes de terminar el colegio. El béisbol fue su todo.
Firma con los Atléticos de Filadelfia
Una vez finalizó sus estudios, Castro se incorporó al equipo Norwich, de la Connecticut State League, para arrancar la temporada de 1901. Allí estuvo hasta principios de junio y luego continuó su carrera con clubes semiprofesionales como: West New York, Hoboken y Meriden antes de regresar a la Connecticut State League, con la novena New London. Fue ahí donde el legendario mánager y, posteriormente, miembro del Salón de la Fama de Cooperstown, Conny Mack, lo vio y lo firmó para que hiciera parte de los Atléticos de Filadelfia. Una decisión que terminó siendo un hito en la historia del béisbol latinoamericano.
En una época en la que la segregación estaba en todo su furor en Estados Unidos, en la que predominaban, en algunos estados, leyes como la de Jim Crow, las cuales mantenían separados a los blancos y a los afroamericanos en escuelas, restaurantes, autobuses, trenes e incluso en ligas profesionales bajo el lema “separados, pero iguales”, la figura de Luis Castro, un hombre de 1.70 centímetros estatura, con ojos achinados, nariz respingona y de facciones latinas, se aupó hasta la gran carpa.
Su debut lo hizo el 23 de abril de 1902 contra los Orioles de Baltimore. Fue el primer jugador que sustituyó a Napoleón Lajoie (Salón de la Fama) en segunda base cuando un tribunal de Pensilvania dictaminó que Lajoie no podía jugar con los Atléticos durante la guerra del béisbol de principios de siglo. Fue hasta el 14 de mayo, en un encuentro contra los Boston Americans, que conectó su primer imparable y anotó sus primeras carreras.
Mayo de 1902 fue un mes inolvidable para Castro, quien de los 16 compromisos que disputó, en 11 logró batear hit. Tuvo una tarde en la que terminó de 4-4, enfrentando a los Tigres de Detroit, y el 30 de mayo, contra los Browns de San Luis, pegó su primer cuadrangular, el cual sería el único en su paso fugaz por la MLB. En total, jugó 42 encuentros, en los que conectó 35 imparables, 10 de ellos extrabases: ocho dobletes, un triple y un jonrón. Impulsó 15 carreras, anotó 18 y robó dos bases.
Aunque se coronó campeón de la Liga Americana, con los Atléticos de Filadelfia, decidieron no continuar con sus servicios. No obstante, continuó ligado al béisbol como jugador y mánager hasta comienzos de la Primera Guerra Mundial. Sin embargo, también, trabajó como enterrador y funerario, en Atlanta y fue vendedor de cerveza para Falstaff. A pesar de la riqueza de su familia y de sus diversos intereses empresariales, la gran depresión afectó sus finanzas, tanto que en 1937 solicitó ayuda económica a la Asociación de Jugadores Profesionales de Béisbol de Estados Unidos. Recibió algunas prestaciones, comprobables hasta su muerte, en 1941.
Tal vez, Luis Castro no fue el pionero que abrió las puertas al béisbol norteamericano a los peloteros latinos y que, por su forma de ser festiva, alegre, de risa fácil, gran parte de su historia se haya convertido, con el paso del tiempo, en un mito, en una quimera. Sin embargo, su nombre quedará enmarcado, por siempre, como el primer jugador latinoamericano en abrirse campo por Grandes Ligas y el único que, a punta de determinación, logró deslumbrar a un mánager histórico como Conny Mack, quien lo puso a debutar en la gran carpa. Un hito no solo para Colombia, sino para toda una región.
Fuente: Dugout
URL: https://dugoutcol.blogspot.com/2023/04/luis-castro-el-primer-colombiano-que-se.html